Con el portátil debajo del brazo,
salgo a la terraza, hace un día estupendo, y siempre me inspiran las
vistas. La plaza Santa Ana es para mi la mejor de Madrid, y siempre
me da todo lo que busco, normalmente ideas, inspiración. El flujo
incansable de la gente, las terrazas, las tabernas, los artistas callejeros, los niños que juegan, cualquier cosa es una brisa de
aire fresco cuando estoy bloqueada. No es fácil escribir un guión,
es muy muy complicado, aunque tengo a mi favor que trabajo desde casa
y cuando hace buen tiempo, como hoy, lo hago con el portátil desde
mi enorme y luminosa terraza. Luís, mi jefe no está muy de acuerdo
con que trabaje fuera, dice que se me va el santo al cielo y que
luego nunca llegamos a los plazos. Yo en cambio, creo que así
trabajo mucho mejor. Puedo pasarme horas escribiendo y se me pasa el
tiempo que ni me entero. Además, creo que es justo eso, la luz de la
terraza, el cielo de la plaza Santa Ana, la que me da esa frescura e
intensidad que tanto valoran mis clientes. También mi chico me ayuda
mucho. Él es fotógrafo, montador y mi mejor asesor cuando pierdo
la visión cinematográfica de la historia.
Curiosamente hoy trabajando en la
terraza, no se como, apareció, muy muy despacito, por una de las
cornisas y llegó a acomodarse junto a mis pies, un gato gris. Como
un pequeño tigre gris. No se de donde ha salido, y ahí está,
tumbado en el caliente terrazo. Yo nunca he tenido mascota y me llama
mucho la atención, sus lentos movimientos y lo suave de su pelo. No
lleva ningún tipo de identificación ni collar. ¿de dónde habrá
salido? Es un gato mayor, se le ve viejo, camina muy lentamente, y
tiene la mirada triste.
Voy a por un cuenco con leche fresca ,
se lo pongo en el suelo y muy despacio, casi arrastrándose, se acerca,
mete el hocico y da unos cuantos lametazos. Parece agotado y apenas
se alimenta. ¿cómo habrá subido este gato tan mayor hasta un sexto
piso? Vuelve a acomodarse en el terrazo caliente, cerca de mis pies y se echa a descansar, parece dormir.
Se me pasan las horas volando y
sin apenas darme cuenta ha anochecido y es la hora de cenar, el gato
sigue allí, inamovible en el mismo lugar donde se echó esta tarde.
Lo miro mas atentamente y no parece respirar, me acerco a él, lo
acaricio y está rígido, frío. Posíblemente si yo fuera gato,
también hubiera subido al cielo de mi terraza, a tomar mi último
trago, con las nubes de la Plaza santa Ana.
intenso e increible!!!!
ResponderEliminarBonito blog, no te conocía y ha sido gracias a la plataforma del barrio, aunque ya no vivo allí, viví 27 años y de los mejores. Ya te haré más visitas, sigue así!
ResponderEliminar