martes, 19 de junio de 2012

A cada verano de Cañamero


Despedidas frías entre cálidas miradas de complicidad donde mil secretos han sido guardados bajo llave. El tiempo de tardes en compañía se acaba y da paso a un viaje solitario, aunque rodeado de gente, hacia la rutina de la gran ciudad del aburrimiento y del aire viciado. Los sentimientos se notan tan fuerte que se escuchan y no hace falta gritarlos.
Es especial, por que el irse y no hablar significa un futuro volver a vernos las caras. Se siente la pena de dejar atrás días de libertad compartida, maldades guiñadas y sonrisas susurradas. Cuando el frío se valla el calor volverá a juntarnos y el sentir de nuevo que aunque sin vernos ni hablarnos siempre estamos ahí es lo importante. La próxima despedida y todas las demás serán iguales por que ya sabemos que no hace falta un calendario para fijar la fecha de volver a vernos, ni un reloj de arena para contar el tiempo que estamos separados. No nos hace falta firmar un cheque en blanco de amistad y sabemos que… “siempre nos quedará Paris” o en su defecto Cañamero.

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