martes, 18 de diciembre de 2012

Testamento de una Bruja.


En las montañas de boone la niebla de la tarde es como el humo espeso de un infierno de llamas apagadas. Bajo diez metros de nieve le prometí a mi conciencia esconder los secretos que inventan los adultos cuando no se resignan a vivir una vida y quieren el aliento de las otras. Mi corazón de azúcar se lo daré a una niña que llamaba a mi puerta una vez por semana, y quería venderme la Biblia comentada por un pastor de lobos. Con mi pelo podrán rellenar seis almohadas donde las pesadillas se mezclen con el ansia. Mis uñas se las daré a la hija del barbero que siempre anda buscando cuchillas afiladas para cortarle la lengua a los que rumorean por la espalda. Que mis escamas sirvan para hacer gelatinas y pigmentos, que el ocre de mi sangre mezcle bien con los oleos. Con mis cejas pinceles con los rizos de venus algún filtro de amor para entendidos que luego se equivocan de mujer. Con mis pies pisapapeles para bibliófilos y anticuarios, para poder patear sus muebles y sus libros, y así desordenarles el rincón de su alma y que enfermen de miedo, y que deban tomar bebedizos de hiel con valeriana. Con los labios de mi boca un encendedor para fumadores compulsivos que saben a alquitrán y tratan de esconderlo con pastillas de menta. Que mis colmillos le sirvan a los joyeros para fabricar cajitas de marfil, anillos de pedida, colgantes o pendientes, y que los niños jueguen a las tabas con mis huesos. Con las niñas de mis ojos un reloj de bolsillo para un poeta gótico que ande obsesionado con el tiempo. con las líneas de mi mano que hagan una brújula para el viajero perdido que tratan de encontrar la fuente de la edad. Con mi saliva una red para cazar mariposas, con mi risa una rosa que se marchite al mirarla. Y para los Reyes Magos un ultimo deseo, que cada seis de enero me dejen los regalosa los pies de mi tumba.


Ana Merino. (Juego de niños; Visor. Madrid, 2003. 78 páginas, 8 euros)

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